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Cuando se gestionan de la manera correcta, las fincas que cultivan nuestra bebida matutina pueden ser un refugio para la biodiversidad vegetal y animal.
Entrevista con la ecóloga Ivette Perfecto
En las tierras altas de la meseta etíope crece un arbusto con frutos de color rojo brillante que llegó a moldear profundamente los rituales matutinos de personas de todo el mundo. Esos pequeños frutos —también conocidos como cerezas— contienen semillas que, después de cosecharlas, procesarlas y tostarlas, se convierten en granos de café.
En su tierra natal, los cafetos suelen crecer en el sotobosque de los bosques tropicales. No es de extrañar que, primero, las personas cultivaran las plantas a la sombra, recreando así su entorno natural. Esa práctica persistió incluso después de que la producción de café se extendiera por el mundo y, finalmente, surgieron varios tipos de producción, de los cuales todos incluyen sombra, excepto uno.
En un extremo del espectro, la producción “rústica” o “de montaña” plantaba café en el suelo del bosque, bajo la cubierta arbórea existente —un sistema adoptado por algunas comunidades locales y grupos indígenas, con un uso mínimo de pesticidas—.
Tradicionalmente, los policultivos con un poco más de gestión crearon “jardines de café” en el bosque, manteniendo o agregando plantas útiles como cultivos alimenticios o con valor medicinal. También surgieron policultivos comerciales que, si bien eliminaron el bosque, lo imitaron, plantando café bajo árboles útiles como el caucho y el cedro.
A medida que se intensificó la producción de café aparecieron en escena los monocultivos de sombra, con una especie de árbol como dosel. Finalmente, a mediados de los años ochenta y noventa surgieron monocultivos sin sombra, que funcionan como muchas empresas agrícolas modernas: gestionados intensivamente con abundantes fertilizantes y herbicidas sintéticos.
Dada esta riqueza biológica, no sorprende que haya un interés creciente en estudiar el café como un agroecosistema —un puente dinámico entre los sistemas naturales y agrícolas—. Estos métodos de cultivo tienen el potencial no solo de ayudar a mantener nuestra dosis de cafeína, sino también de proporcionar una abundante riqueza biológica. El trabajo de Ivette Perfecto ha sido fundamental para este cambio. Perfecto, ecóloga de la Escuela de Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Michigan, ha pasado décadas estudiando el diverso conjunto de especies que tienen como hogar a las plantaciones de café, en especial algunos de los trabajadores agrícolas más pequeños: los insectos.
Históricamente, la conservación de la biodiversidad se ha centrado en el establecimiento de áreas protegidas como parques y reservas. Pero las tierras agrícolas, que cubren más del doble de superficie que esas áreas protegidas, también pueden ofrecer oportunidades para la conservación. Las plantaciones de café de sombra, por ejemplo, pueden servir como refugios que proporcionan un hábitat de calidad para la vida silvestre, dijo Perfecto a Knowable Magazine.
Esta entrevista ha sido editada para lograr más claridad.
¿Qué despertó su interés en estudiar los paisajes cafetaleros?
Me interesé en la conservación de la biodiversidad cuando era estudiante de posgrado en la Escuela de Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad de Michigan [ahora Escuela de Ambiente y Sostenibilidad]. Su sólido programa de conservación de la biodiversidad se centró en el establecimiento de áreas protegidas, pero me fascinó cómo las tierras fuera de las áreas protegidas también pueden sustentar la biodiversidad.
Soy de Puerto Rico, así que trabajo mucho en América Latina. Y estaba acostumbrada a ver paisajes agrícolas ricos en diversidad de vida silvestre. Para mi tesis me centré en el papel de las hormigas en los sistemas de cultivos anuales, como el maíz y el frijol de milpa en Nicaragua.
A finales de los ochenta y principios de los noventa, mientras dictaba un curso para la Organización de Estudios Tropicales sobre ecosistemas gestionados —principalmente sistemas agrícolas—, comencé a observar la diversidad de hormigas y su papel en el agroecosistema cafetalero, comparando un monocultivo de café con un sistema de café de sombra. Fue entonces cuando comenzó mi interés por el café y la biodiversidad.
¿Cuál era el panorama cafetalero después de que se llegara a las Américas?
El cultivo del café estuvo fuertemente influenciado por las potencias coloniales. Cuando se introdujo en el siglo XVIII, la mayoría del café producido era de estilo plantación o hacienda. En algunas partes de América se establecieron grandes plantaciones de café y se utilizaron esclavos africanos como mano de obra. Después de que se abolió la esclavitud, fueron los agricultores locales y exesclavos quienes trabajaron manteniendo y cosechando el café.
Sin embargo, no todas las fincas cafetaleras eran monocultivos y, en algunas regiones, el café se cultivaba bajo la sombra de árboles. Curiosamente, en Brasil se producía al sol. No estoy segura del motivo de esta diferencia.
En Chiapas, México, donde trabajo, los europeos establecieron grandes plantaciones de café y contrataron a campesinos locales para cosecharlo. Estos trabajadores finalmente comenzaron a producir café a nivel comercial, introduciéndolo en sus sistemas agrícolas tradicionales. Dado que muchos de esos agricultores eran indígenas con diversos sistemas agrícolas, la producción de café en las fincas pequeñas tendía a ser más diversa que en las plantaciones de gran escala.
Con el tiempo se pasó de cultivar café a la sombra de los árboles a cultivarlo como monocultivo al sol. ¿Qué provocó ese cambio?
Hubo varios factores, pero en América Central, en particular, hubo un gran programa lanzado en los años ochenta por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, en inglés) para intensificar las plantaciones de café. Los años ochenta se conocen como la década perdida de América Latina, porque fue una época en la que muchos países tenían una deuda muy alta. Como el café es un cultivo económico muy importante para muchos países centroamericanos, la idea era aumentar e intensificar la producción cafetalera. De modo que la USAID otorgó una donación a esos países para estimular la conversión a monocultivos y sustituir viejas variedades tradicionales por nuevas de mayor rendimiento.
El café es una planta del sotobosque y se desarrolla bien bajo la sombra de los árboles, pero si las plantas de café tradicionales se exponen al sol directo, no les va muy bien. Se desarrollaron nuevas variedades que podrían prosperar en áreas abiertas. Pero es todo un paquete tecnológico. Cuando se elimina la sombra, también se eliminan, en muchos casos, los árboles fijadores de nitrógeno —como Erythrina en Costa Rica o Inga en México—. Al quitar estos árboles, se eliminan las fuentes de nitrógeno y materia orgánica del suelo, por lo que luego es necesario aplicar fertilizantes. La maleza también ingresa. Entonces se aplican herbicidas. Y como es un monocultivo, eso conlleva una mayor probabilidad de plagas, por lo que se aplican más pesticidas.
Entonces, durante esa era, hubo un mayor uso de nuevas variedades de café, pero también un aumento en el uso de agroquímicos.
¿Cuáles fueron algunos de los impactos en la biodiversidad de este cambiante paisaje cafetalero?
Algunos de los primeros impactos se detectaron en las aves. Se había vuelto casi de conocimiento común entre los observadores de aves que, para ver aves en América Latina o Centroamérica, un buen lugar al que ir eran las plantaciones de café. Es más fácil ver los pájaros allí que en el bosque. Pero entre finales de los ochenta y principios de los noventa, la composición de esas fincas cafetaleras había comenzado a cambiar a medida que los agricultores eliminaron los árboles de sombra.
A mediados de los años noventa me contactó Russell Greenberg, entonces director del Centro Smithsonian de Aves Migratorias, quien lamentablemente ya falleció. Llevaba muchos, muchos años estudiando las aves migratorias en Centroamérica. A él y a otros expertos les preocupaba que, al mismo tiempo que presenciaban esa transformación de la creciente intensificación del café en toda América Central, hubiera informes de una disminución de la población de aves en América del Norte —aves que migran a América Central y del Sur durante el invierno—.
Russ me contactó para escribir una revisión para documentar los vínculos entre la diversidad de aves y la producción de café, que publicamos juntos en BioScienceen 1996. En esa revisión de investigaciones realizadas en las islas del Caribe, México, América Central y América del Sur, resumimos la evidencia de que las plantaciones de café de sombra proporcionaban refugio, especialmente en la estación seca, y en particular para las aves migratorias que dependían de los bosques.
Casi al mismo tiempo, el Centro Smithsonian de Aves Migratorias organizó una conferencia e invitó no solo a ornitólogos, sino también a muchas personas del sector cafetalero. De esa conferencia surgió el programa de certificación de café Smithsonian Bird Friendly. La principal filosofía detrás de la certificación era estimular a los agricultores orgánicos que ya tenían fincas muy diversas para que no talaran sus árboles. Los rigurosos criterios de certificación incluyen estipulaciones sobre la altura del dosel, el porcentaje de cobertura de follaje, la diversidad de árboles, arbustos y plantas terrestres circundantes, zonas de amortiguación junto a los cursos de agua y permitir que la hojarasca alimente y proteja el suelo. El esquema de certificación de café amigable con las aves del Centro Smithsonian de Aves Migratorias todavía existe.
Conforme se realizaron más estudios ecológicos en estos cambiantes paisajes cafetaleros, ¿se reveló algún patrón general?
Definitivamente. El patrón principal que surgió fue que con la creciente intensificación viene una disminución en la riqueza de especies o la biodiversidad. Este es un patrón que se encuentra en muchos organismos muestreados, y los estudios han demostrado que el café de sombra puede contribuir a sustentar la diversidad de plantas, insectos, arañas, lagartijas, aves, murciélagos y mamíferos. En una de las fincas cafetaleras donde trabajo en México hace un par de años vimos una cría de margay —una especie de felino bastante rara en esta zona—, por lo que también utilizan ese hábitat.
La biodiversidad también aporta servicios ecosistémicos a la producción de café. Por ejemplo, en un estudio realizado en México construimos estructuras para mantener alejados a los pájaros y los murciélagos —para ver qué pasaría con la cantidad de insectos herbívoros que se encuentran en las plantas de café—. Mi estudiante de postdoctorado en ese momento, Kimberly Williams-Guillén, demostró que tanto los murciélagos como las aves contribuyen a reducir estas plagas de insectos. Los impactos más profundos se observaron durante la estación húmeda, cuando las aves redujeron a los artrópodos en un 58 % y los murciélagos los redujeron en un 84 %.
Los ecosistemas saludables que rodean al café también podrían ayudar a reducir los impactos de enfermedades, como el hongo de la roya, que afecta las hojas de las plantas de café, provocando su pérdida y reduciendo su capacidad de hacer fotosíntesis y de producir energía para las flores que se convierten en las cerezas que tostamos como granos.
Más recientemente, hemos aprendido que las fincas de café de sombra no pueden hacer por sí solas el trabajo de conservación de la biodiversidad y que es importante considerarlas en el contexto de un paisaje más amplio. La biodiversidad es más rica cuando las plantaciones de café existen dentro de un mosaico que incluye hábitats naturales intactos, especialmente bosques.
Un actor importante de la biodiversidad de las fincas cafetaleras parecen ser las hormigas. ¿Qué papel juegan en los agroecosistemas cafetaleros?
¡Las hormigas son simplemente fascinantes! Mi principal foco se ha centrado en el papel de las hormigas como agentes de control biológico —como depredadores en el sistema—. Pero ser depredadores no es su única función. Muchas hormigas también cuidan de los hemípteros —como pulgones y cochinillas que se alimentan de la savia de las plantas y excretan melaza rica en azúcar. Muchas especies de hormigas tienen mutualismos con hemípteros. Las hormigas consumen gran parte de su melaza y, a cambio, protegen a los hemípteros de enemigos como parasitoides o depredadores.
En México, una de las especies de hormigas dominantes y agresivas, la Azteca sericeasur, es una especie arbórea que anida en árboles de sombra. Entonces, si eliminas los árboles de sombra, eliminas esta especie. Examinamos los impactos positivos o negativos de esta hormiga en una granja de café orgánico en Chiapas.
Sospechábamos que estas hormigas podrían tener un impacto negativo en el café. Los cafetos rodeados de árboles con nidos de hormigas aztecas tienen una alta densidad de cochinillas, una plaga herbívora del café que reduce el rendimiento. Estas hormigas también son muy desagradables para los humanos, porque atacan a los trabajadores que podan los cafetos. Con el fin de combatirlas se pone carbonato de calcio en los nidos para calmar a las hormigas antes de podar.
Pero estas hormigas agresivas también atacan a otras plagas, incluida la principal del café —la broca del café—. Por lo tanto, las plantas que tienen cochinilla están mejor protegidas de la broca del café que aquellas que no los tienen, porque son lugares de alimentación para las hormigas.
El sistema se complica aún más con otros jugadores, incluidos los escarabajos mariquitas, el hongo del halo blanco y una mosca parasitoide que limita el número de hormigas. En el campo y en modelos de simulación exploramos esta intrincada danza comunitaria. Descubrimos que cerca de los grupos de hormigas hay menos roya del café.
¿La interacción hormiga-café es diferente según el lugar?
Sí. En Puerto Rico, por ejemplo, apenas hay hormigas arbóreas. Gran parte de la acción se desarrolla sobre el suelo. Todas las especies de hormigas dominantes son especies no nativas. Al mapear su distribución en el suelo y en las plantas de café, una de las cosas que hemos documentado es un bucle intransitivo —un término que significa una competencia como si fuera el juego de piedra, papel o tijera—.
En general, la gente piensa en la competencia entre especies de hormigas de un modo jerárquico: una especie dominante y las otras subdominantes. Pero en este caso, ninguna especie domina de manera permanente, porque una vez que una especie comienza a dominar un lugar en particular, es desplazada por otra.
Entonces, cuando observamos la distribución de las hormigas en las fincas cafetaleras tenemos este ciclo que ocurre a lo largo del tiempo. Ves un área dominada por una especie, otra área dominada por otra especie y una tercera área dominada por otra. Así, la especie A vence a la especie B, la B vence a la especie C, pero luego la C vence a la A. Es como un juego de piedra, papel y tijera en áreas que fluctúan constantemente.
Estamos analizando el impacto de esto en las plagas del café, porque diferentes especies de hormigas tienen distintos efectos sobre los herbívoros que se alimentan de los cafetos. ¿Cuál es el impacto de esta intransitividad en las plagas que controlan las hormigas? Eso es lo que estamos tratando de descubrir.
¿Existe una desventaja económica para el agricultor a la hora de mantener la biodiversidad en su finca?
Los agricultores sin duda están preocupados por los rendimientos. Si tienes café rodeado de un bosque muy denso, el rendimiento disminuye. Se puede argumentar que, dado que se trata de conservar la biodiversidad, la gente debería pagar más por ese café y compensar el menor rendimiento.
Una alumna mía hizo un estudio en México, donde tenía datos de productividad del café para diferentes niveles de sombra. Encontró que el pico de productividad es el nivel intermedio de sombra. Con demasiada sombra, la producción disminuye. Pero si hay poca sombra, la producción también baja. Si eres un pequeño agricultor que no usa herbicidas —porque si no hay sombra, la plantación se cubre de malezas y enredaderas que son muy difíciles de controlar—, entonces necesitas estar ahí todo el tiempo, cortando esa vegetación. Por lo tanto, la productividad sigue una curva en forma de campana y el pico está entre el 40 %y el 60 % de sombra.
¿Usted creó un juego de mesa para cafetaleros? ¿Cómo fue recibido?
Sí, desarrollamos un juego que se llama ajedrez Azteca, en honor a las hormigas azteca. El juego para dos personas fue diseñado para ayudar a los pequeños productores de café mexicanos a comprender mejor las complejas interacciones entre los insectos y los hongos que viven en las plantas de café —y cómo algunas de esas criaturas pueden ayudar a proporcionar un control natural de plagas—. En el juego, un jugador es la hormiga y la avispa, el otro jugador es la larva y el escarabajo adulto. Estos insectos se mueven por el tablero buscando los recursos que necesitan para sobrevivir. El escarabajo gana si logra comerse las seis cochinillas que hay en el tablero. La hormiga y el parasitoide ganan si logran derrotar a todos los escarabajos antes de que ellos consuman todas las cochinillas.
Los agricultores estaban emocionados de participar en estos talleres y de ver que el juego incluía organismos que reconocen en sus fincas. También comentaron que el juego les ayudó a tener un conocimiento más profundo de cómo estos animales interactuaban entre sí en la naturaleza. Además, evaluamos su capacidad para recordar las interacciones positivas y negativas entre los organismos en el juego y descubrimos que después de jugar, su capacidad para recordar los animales y su interacción aumentó de manera significativa en comparación con simplemente recibir la información a través de una presentación de PowerPoint.
¿Qué espera ver en el futuro?
Me gustaría que los cafetaleros, en primer lugar, eliminaran el uso de agroquímicos. Creo que es posible. Trabajo en una finca de café orgánico que ha sido orgánico durante 50 años o más.
Luego, que se plante diversidad de árboles de sombra y, si se puede, se produzca diversidad de cosas, no solo café sino otros cultivos. Eso también sería bueno para los agricultores, porque no tienen que depender de este producto sobre cuyo precio no tienen control. Producir más cosas promueve la biodiversidad y los protege de grandes fluctuaciones de precios.
Nuestra investigación muestra que la biodiversidad planificada —lo que el agricultor incluye de forma intencionada en el sistema— tiene una relación positiva con la biodiversidad general. Cuanta más diversidad de organismos o cultivos tengas, más diversidad de vida silvestre logras.
Dado su profundo conocimiento de los agroecosistemas cafetaleros, ¿en qué piensa cuando toma un sorbo de café?
Pienso mucho en el ecosistema cafetalero como uno que es potencialmente tan diverso que puede ayudar a mantener la biodiversidad a nivel del paisaje.
Eso es lo que pienso: ¿Cómo se habrá producido este café?
Artículo traducido por Daniela Hirschfeld
Este artículo apareció originalmente en Knowable Magazine, una publicación sin fines de lucro dedicada a hacer que el conocimiento científico sea accesible para todos. Suscríbete al boletín de noticias de Knowable Magazine. Aquí hay un enlace al artículo original en Knowable Magazine.
This article originally appeared in Knowable Magazine, a nonprofit publication dedicated to making scientific knowledge accessible to all. Sign up for Knowable Magazine’s newsletter. Here is a link to the original article in Knowable Magazine.
Lesley Evans Ogden, Knowable Magazine
Tags: agroecosistema, biodiversidad, fertilizantes, herbicidas sintéticos, Ivette Perfecto, monocultivos, University of Michigan
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